Este artista trashumante y universal, en el sentido de que constantemente su ímpetu y espíritu inquieto lo hacía transmigrar y evolucionar, como si estuviese atrapado por el síndrome del agotamiento de si mismo que es característico de las mentes creativas, residió por muchos años en República Dominicana, tenía una imaginación fecunda mezclada con una capacidad de sintetizar la solución de una obra de arte. Como un sello particular realiza trabajos con la legendaria técnica de la encáustica donde la cera es el aglutinante de los pigmentos, más que decir que es naif o primitiva, seriamos más acertados en afirmar que su obra alcanza una bella simplicidad que, a veces, bordea el terreno de lo sublime, donde cualquier línea contorneaba la silueta de una figura con una gracia que habita en el universo de lo sensual y exótico. De igual manera su escultura nos cautiva por la suavidad visual de las curvas, que según Niemeyer solo ellas aspiran al infinito, resultando atractivas al ojo humano y donde la pátina del bronce juega un papel fundamental en las texturas y en la contraposición de la luz y la sombra. Definitivamente, Sacha nos ofrece en cada obra un reto y un generoso préstamo a la mirada del espectador. _
Exposición Novocentro.
Por Gamal Michelén. (ADCA)