Por: Gamal Michelén Stefan, Miembro ADCA-AICA
Una pintura es una construcción armónica de líneas, manchas y tonos, las primeras aportan un sentido de dirección, las segundas de equilibrio y los tonos nos proveen una visión de mayor o menor luminosidad. Sacha parece construir toda la magia compositiva con la línea, ese conjunto casi infinito de puntos que sugiere, a la manera de jeroglífico onírico, un universo que habitaba atrapado en las paredes de su cráneo y se libera en su obra. Temática fecunda de cabelleras mágicas, papalotes, barcas, mar, montañas, caballos, sol y la sinuosidad de las curvas femeninas que transmutan en mito a la mujer.
Sacha Tebó, arquitecto, ecologista, pensador y apologista de la milenaria técnica de la encáustica, donde la cera es el aglutinante de los pigmentos para concebir la magia de lo fantástico y retar al espectador, o sea a nosotros, a imaginar y descifrar sus mundos interiores para dar sentido existencial a la obra de este maestro que asimiló la importancia de hacer arte por el valor del arte mismo.