Del 26 de mayo al 12 de junio en la Quinta Dominica.
A pocos meses de que asistiéramos a nuestras primeras clases de arte caribeño, tuvimos la oportunidad de asistir a una de las muestras más representativas de ese espacio multi-étnico que constituye el gran Caribe y, al poco tiempo de egresar de nuestra especialidad en Historia del arte por la Universidad de La Habana, el destino nos conduce nueva vez a los anales de esa muestra que, hasta cierto punto, se estaba re-conformando en: REMEMBRANZAS. Pronto, descubrimos una relación íntima con esas piezas: esculturas, dibujos y pinturas que un día nos cautivaron y que hoy nos corresponde presentar en el mismo lugar -La Quinta Dominica-, donde tuvimos la oportunidad de situarlas en la memoria por primera vez.
Esas obras maravillosas a las que hacemos referencia, corresponden a ese gran maestro, intelectual y ser humano: Sacha Tebó. Arquitecto de formación que dedicó gran parte de su vida a las artes visuales. De origen haitiano por su lugar de nacimiento, pero internacional por la manera de vivir y representar sus experiencias a través del arte, Sacha trasfiere a sus obras su sensibilidad y energía. Porque para él, la vida es: arte.
Nuestro gusto y respeto por las obras de este excepcional artista, probablemente tenga que ver con el discurso que asume para dirigirse al público. En la pintura, por ejemplo, Sacha convierte la artesanía en arte; haciendo uso de la técnica encáustica, buscaba la calidad de los materiales.
En las obras de Sacha, no existen bocetos, surgen de manera espontánea y conforme a su inspiración, poco a poco da paso a ese universo planimétrico, curvilíneo y totalmente expresivo -evidente no sólo en la pintura, sino también en el dibujo-, cubierto por esa capa casi transparente y totalmente homogénea de la cera que pasa a ser el velo de esa novia sagrada que ha quedado como memoria para el deleite de nuestros ojos.
Sus esculturas, son auténticas y, en su irrefrenable obsesión por el Caribe desde una perspectiva que con el tiempo deviene como canon para la estética y la cultura del área, recrea una impronta que resurge pertinazmente. Es la tradición, la cultura de una mirada absolutamente vernácula en el quehacer plástico de la modernidad y de los tiempos actuales donde mejor fusiona de manera integral los aportes culturales de: lo aborigen, lo europeo y lo africano. Hoy, sus obras, pasan a ser la representación del legado de un gran artista, de un gran maestro.