Viejos y tradicionales arquetipos sostienen todavía hoy la errática configuración modélica que define la concepción y naturaleza de la cultura caribeña, cómo un componente activo de la industria turística internacional. Desde el propio Charles Baudelaire hasta nuestros días, Occidente y una gran parte del resto del mundo, tienen como modelo prefigura doca el Caribe como una región de pequeños Estados en los que aún reinan la tipicidad es propias de lo salvaje, exótico, gracioso y sobrenatural.
Se trata del mismo proyecto de industria turística que desde hace muchos años se diseñó para una acción de recreo y redescubrimiento de nuestra cultura, gente y geografía: juiciosa y morbosamente dirigida desde los centros de poder mundial, Con una perversa, permanente y directa complicidad de los resortes de poder que Norman los destinos políticos, económicos, ideológicos y culturales de nuestras pequeñas naciones. Sin embargo, la realidad esencial es tangencialmente otra, dado que la gracia y espíritu no occidentalizados de nuestra cultura son la más auténtica señal de nuestra identidad antropológica y cultural.
Somos en esencia, una cultura de pasiones reales y sueños que en otros mundos y otras culturas serían pesadillas o fantasías de otros tiempos; porque en nosotros, la mágica naturaleza que nos acoge, más la genética exaltada de nuestra hibridez etnológica y ancestral nos da la gloria racional de los un filosofar propio, estudiado, postulado y visto hoy como la fenomenología de la caribeñaidad, antropológicamente legitimada como propuesta teórica por Jean Price Mars en su libro ” Así habló el tío” y Alejo Carpentier en su obra ” El reino de este mundo”. Ambos teóricos caribeños, el primero de nacionalidad haitiana y el segundo de nacionalidad cubana.
Ese pervertido silencio científico, histórico y cultural de occidente frente al Caribe, es lo que ha llevado a qué en la casi totalidad de los textos sobre historias del arte no aparezcan reveladas verdades de un gran valor documental y un gran estremecimiento histórico, como la que confirma que todo el andamiaje teórico de André Bretón sobre el surrealismo en la pintura, fue sustanciado en su máximo enriquecimiento, después de la nueva visión que le proporcionó el contacto experiencial d su presencia por las tierras del Caribe, básicamente, durante su visita a Haití y República Dominicana junto al pintor cubano Wilfredo Lam.
Los que fueron manifiestos teóricos y postulaciones ideológicas sobre la libertad absoluta asociada al proceso de creación, quedaron patentizados como posibilidad superior, al teórico francés poder contactar, percibir y comprobar con ojos y manos, que en la cultura y arte de nuestras tierras, las especulaciones exponenciales de sus visiones y ejercicios psicologísticos eran una realidad posible y cotidiana entre nosotros, en nuestro pensamiento, nuestra estética y nuestro arte Bajo esa ceguera aparente bajo ese silencio cómplice de nosotros mismos, ha estado mirando el mundo nuestra realidad cultural, falseándola real identidad de nuestro arte.
Sin embargo, desde otros escenarios, y muy básicamente, desde la mirada de los intelectuales más comprometidos del arco antillano, donde Haití es eje potenciado, por su particular historia, tradición, y atípica realidad política y social, han nacido voces de una magistral excepción en la manifestación desnuda de su voz; capaces de dar reales y verdaderas lecciones de aporte al más elevado sistema de lenguajes del arte moderno universal. Cómo ejemplo más inmediato, bastaría referirle las formulaciones estéticas del propio Wilfredo Lam.
Precisamente en Haití, nació la voz, conciencia y manos creadoras de uno de los hijos más excepcionales del arte caribeño contemporáneo; habló del pintor, dibujante, escultor y arquitecto Sacha Tebo, portador de una personalidad artística privilegiada, forjada a partir de sus estudios de Ingeniería y Arquitectura en Haití, Miami, París y Brasil.
Su arte ha sido exitosamente exhibido en prestigiosos museos y galerías de arte del Caribe, Estados Unidos, América Latina y Europa, encontrando en cada escenario el respeto y el reconocimiento excepcional de la crítica de arte especializada.
Como suma a la genética y esencialidad del espíritu haitiano que define y marca la personalidad de Tebo, con los diez años de formación y experiencia artística de búsqueda incesante que permaneció en Canadá, los que le abrieron el pecho y la conciencia hacia otras formulaciones estéticas menos esquemáticas, y en cambio más próximas a los códigos de un arte más universal; permitiéndole conjugar como presupuesto creativo una empresa visual que unifica en su obra lo ancestral y lo universal, traduciéndose en el espectacular y exquisito lenguaje plástico que definimos hoy como un discurso de excepción estilística y conceptual, apegado a la caribeñaidad como aproximación estética y cultural.
Su obra es una radical negación de toda estética o formulación visual autica, complaciente o cortesana, su arte es palabra de la conciencia, alfabeto de la memoria, escritura del viento cálido, lanza de un guerrero que conoce los supremos poderes de la vida y de la muerte; que conoce la serena ira de la razón y el delirio, y que sabe la significancia religiosa, panteísta y sagrada de la mujer, las aves, el caballo, el aire el fuego y la naturaleza.
Tanto su lenguaje dibujístico como escultórico, unidos a la discursiva visual de su pintura, constituyen un acto único, un presupuesto plástico templado y verbalizado, sin que se intuye una separación de géneros que provoque una posible lectura que desarmonice las funciones estéticas y culturales más esenciales de su discurso visual.
Su arte es unitario y triangular en sus tres géneros y medios de expresión.
En su obra, Sacha Tebo habla desde los códigos del silencio y el vacío, a partir de un lenguaje de configuración cuneiforme como si la estructura dibujística que sostiene el andamiaje de sus pinturas naciera desde el fondo de una herida fría, congelada sobre la cera que como recurso técnico encáustico aplica sobre la superficie telica.
Su obra es caligráfica y escritural, como evolucionada desde los hornos de un fuego silencioso, misterioso, divino y armónico, desde el que la línea emerge fría, danzando como la absoluta manifestación del dibujo y de la forma, alargándose sumisamente por todo el territorio de la superficie telica encerada, siempre dentro de una atmósfera solemne y ritual.
Presentándonos, a partir de una experiencia técnica y estilística de la encáustica, una serie de sensuales modulaciones visuales que a la manera de petrificaciones arqueológicas capturan mundos idealizados en la aurora caribeña: mujeres, aves, caballos, tormentas y colores expuestos como revelaciones oníricas, astrales, cósmicas, esotéricas y ancestrales
Para Sacha Tebo, la línea es la simbólica y sígnica sustitución de la escritura de los dioses; él afirma esa presencia como un acto sagrado y ritual en su arte, concibiéndolo visualmente como una acción mediática a través de la caligrafía y gestualística de su dibujo; al que le imprime en todo su espectro óptico visual, la rítmica de un orientalismo que lo aproxima a la más pura y racional estética del calugrafismo japonés, que se caracteriza, como todo el arte oriental, por ser el portador de una semántica de lo humano como estética y pensamiento esencial..
La atmósfera que respira su arte está formada por el silencio, la armonía y las sublimes tensiones del mundo Zen, proyectando hasta nosotros, las ansiedades excitantes de un arte que nace desde la gracia de lo oculto, desde el milagro de la sabiduría y la sensibilidad profunda.
Desde mi primer contacto perceptor con la obra del Maestro caribeño Sacha Tebo, advertí que probablemente estaba ante uno de los mejores intérpretes de las palabras y el sentimiento del viento… y es evidente que él habla con el viento y el vacío, la oralidad y la memoria en su obra, provocando el nacimiento de sueños y primaveras; provocando además, una visualización de fórmulas que santifican, b índice, funcionan y también se dan a malvados y demonios, utilizando los maravillosos signos iniciáticos de su arte, consagrados desde su mente y su mirada, solo para el mágico suceso de la creación, expresada, tanto en sus pinturas como en sus dibujos y esculturas.
Crítico Abil Peralta Agüero
El autor es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte. AICA y de la Asociación Dominicana de Críticos de Arte ADCA. Además de Curador Residente de Artemira Galería de Arte en Santo Domingo, Curador Asociado de Galeria Prinardi en Puerto Rico y Miembro del Consejo Directivo de la Fundación Arawak en Santo Domingo.